SPP

Este blog es mi experiencia personal al convivir día a día con esta enfermedad: El Síndrome Post Polio (SPP)
Una enfermedad sin pies ni cabeza que trae locos a los médicos y sobre todo, a nosotros, que somos los que la padecemos, y que hasta que no nos "etiquetan" nos tratan de locos porque según ellos todo es psicológico y cosas de la edad....
Mi intención con estos escritos es describir cómo me siento, y sobre todo, saber cómo la viven y sienten los demás... Por eso os pediría que me dejéis comentarios diciéndome cómo os sentís vosotros... Cómo lo vivís... Muchas gracias.

jueves, 26 de julio de 2012

¿Amigos... o verdadera fraternidad?


Desde hace más de un mes un grupito de personas estábamos programando una salida a un pueblecito de Teruel, donde según parece hay muchas construcciones templarias, judías, musulmanas... Un lugar lleno de historia y de cosas interesantes a parte de ser un sitio poco menos que paradisíaco... Teníamos una ilusión tremenda en que llegase el día y poder compartir unas horas juntos para divertirnos, aprender, y sobre todo, meditar en un sitio tan cargado de historia y hechos asombrosos.

Al final llegó el día tan esperado y este pasado sábado por la mañana nos pusimos en marcha ocho personas dispuestas a pasar un fin de semana estupendo.

LLegamos al sitio y nos quedamos maravillados por la belleza del pequeño pueblo (una aldea) La madre del chico que nos ofreció su casa nos acogió con mucho cariño e ilusionada porque estuviésemos allí. Todo iba a las mil maravillas... Comimos, reímos, charlamos... y al salir de la casa para ir a recorrer los alrededores (teníamos pensado ir a una torre templaria en cuyos bajos hay una biblioteca donde yo me podría quedar mientras los demás subían arriba a meditar y chafardear) todos los planes se vinieron abajo.

Como no puedo subir ni bajar escaleras y ya sabéis que las casas de pueblo todas tienen, a la hora de bajar, uno de los hombres insistió en bajarme a coscoletas porque así sería más fácil y no harían falta dos personas. Accedí y nos reímos un montón porque hacía años que nadie me subía a su espalda. El cachondeo era total. Pero al llegar a la calle e ir a bajarme, no sé ni cómo fue, el caso es que caímos al suelo. Él casi encima de mi pierna, y ambos encima de su mujer que estaba detrás de nosotros haciéndonos fotos. Fue un segundo... pero que dejó una mano y una rodilla rota.

La pobre mujer nos paró el golpe y se rompió la mano derecha, y yo cuando intenté mover la pierna me di cuenta de que me había vuelto a romper toda la musculatura de alrededor de la rodilla y me había hecho daño también en los tendones. Pero me negué a ir al hospital porque sé que no me pueden hacer nada y temo que con tanto toqueteo me acaben de romper la rodilla; así es que mientras ella estaba en urgencias yo me quedé en el coche. Al final nos reíamos de cómo había resultado la tarde y cómo había sido la caída, dando gracias de que solo hubiese pasado eso y no nada más grave.

No obstante, cuando salimos de urgencias nos fuimos a otro pueblo que también queríamos ver porque allí había una iglesia casi derruida que no tenía techo y la bóveda de la misma la formaba el inmenso cielo estrellado. Estuvimos allí dentro haciendo meditaciones, cantando mantras... y fue genial. Se respiraba tanta paz.... Al principio me dolía mucho la pierna, (la llevaba vendada) pero al poco el dolor cedió con nuestros cánticos. Solo puedo decir que era una maravilla poder estar allí con ese silencio, tan solo roto de vez en cuando por nosotros mismos, contemplando tantas estrellas que algunas parecían bailar al son de nuestra música. Uno de ellos se puso a tocar la flauta y otros le acompañamos con cuencos tibetanos. Hasta el frío y el aire de la noche de la sierra paró, para que pudiésemos disfrutar de todo ello. Y justo cuando acabamos, empezó a soplar un fuerte y frío viento que nos apremió a subirnos a los coches para irnos a casa.

Cuando llegamos, cenamos y nos pusimos a hablar hasta las 3 de la madrugada. Mi pierna protestaba pero no le di cuartel. A la mañana siguiente nos fuimos a otro pueblo con un guía que nos enseñó todas las cosas interesantes del mismo: La iglesia que ya no se utilizaba, el convento, el horno que había sido una capilla templaria y otra judía... Otra capilla árabe... etc. Y volvimos a las cuatro de la tarde para comer.

Hasta aquí todo bien (dentro de lo cabe) y todo normal. Pero lo que no he dicho es que cuando estábamos desayunando me dio por llorar. El dolor era muy intenso (había estado toda la noche sin poder dormir) pero más intenso era el de pensar que por culpa mía esta chica estaba con un brazo roto... Y lo que sucedió aquí es lo que me ha hecho poner este título.

En seguida me rodearon e intentaron calmarme, pero yo más lloraba. No entendía por qué no podía hacer nunca una vida normal. Por qué siempre me tenía que pasar algo... Por qué incluso debía fastidiar a los demás? Y entonces me dieron las gracias por estar allí y haberme "ofrecido" a pasar esa dolorosa experiencia. Yo no entendía... Pilar, la mujer que paró nuestro golpe, se sentía feliz porque gracias a eso no había pasado nada peor (si no llega a estar detrás, yo hubiera acabado con la cadera rota) y también porque quizás todo esto pasó porque necesitaba un descanso dada la gran actividad que tiene normalmente....

Todos me querían consolar. Yo miraba sus ojos y vi con asombro que era verdad, que todo lo que me estaban diciendo no lo hacían tan solo para conformarme, sino que lo sentían de verdad. No vi un reproche, ni una mala cara... nada. Solo alegría por una parte y algo de tristeza por mi llanto. Uno de ellos me empezó a explicar el por qué a veces sucedían las cosas, de una manera que yo lo pudiese entender y al final fue el que logró que cesase mi llanto y me planteara todo esto de forma distinta a como siempre lo he hecho.


Explicarlo todo sería muy largo, pero solo diré que nunca en mi vida me ha pasado algo así. Nunca he estado con personas que casi sin conocerme me han mimado y tratado como ellos lo han hecho, y sobre todo, nunca nadie me ha dado las gracias por mi enfermedad y por haberles fastidiado el fin de semana, pues perdimos toda la tarde en ir al hospital. Pero según decían, eran ellos los que nos tenían que agradecer que a pesar del dolor no habíamos dicho nada y no les habíamos estropeado el fin de semana, pues habíamos seguido como si nada. 


En la comida del domingo, que era nuestra despedida, se hicieron brindis muy bonitos y se dijeron cosas que nuevamente me emocionaron. Como he dicho antes, es imposible poder explicarlo todo, pero es algo que siempre quedará en mi corazón y en el de las personas que compartimos esos dos días. 


No es ningún secreto que soy estudiante rosacruz desde hace varios años, solo que cuando trabajaba no podía ir a la Logia por falta de tiempo, con lo cual me limitaba a seguir mis estudios desde casa. Pero ahora, como tengo todo el tiempo del mundo voy dos o tres veces al mes. Allí siempre se habla de la "fraternidad", pero una piensa que son cosas muy bonitas pero irreales en el mundo en que estamos. Pero este fin de semana he podido vivir realmente lo que es y significa esta palabra. Para mí ya no es algo irreal o de tiempos antiguos. Ya no es una mera quimera. Estas personas me enseñaron realmente su significado y puedo asegurar que va mucho más allá de una simple amistad. Ellos me daban las gracias... pero estaban equivocados. Soy yo la que se las doy a ellos por haberme enseñado tanto, y sobre todo, por mostrarme que el amor fraternal existe y darme el empuje necesario para seguir confiando en los demás y para aceptar esta enfermedad y sus consecuencias. 


Un abrazo "fraternal" con mis mejores deseos de Paz Profunda,











viernes, 20 de julio de 2012

¡¡¡Ranitas al Mar!!!


Ayer por fin cumplí uno de mis grandes sueños. Un sueño que llevaba un año esperando ver realizado y que creí nunca conseguiría por todas las puertas que se me cerraron. Pero aparecieron en mi vida personas que no me dejaron tirar la toalla cuando quise hacerlo y me animaron todo lo que pudieron y más para que siguiera intentándolo, y aquí estoy... nadando en el fondo del mar.

Todavía hoy, después de más de 24 horas, miro y remiro las fotos y no me creo que la persona que aparece en ellas sea yo. Todavía hoy me parece un sueño y me tengo que pellizcar para darme cuenta que si... que en realidad sucedió y no morí en el intento ni me pasó nada extraño ni malo.

La noche anterior casi no dormí de los nervios, y en mi fuero interno espera el mensaje de última hora diciéndome que se anulaba porque había mala mar o cualquier otra cosa, pero no... ese mensaje nunca llegó y me tuve que levantar temprano para arreglarme e ir al puerto donde nos esperaban todos los demás.

Llegué y mientras preparaban las botellas y demás cosas, lo veía todo como en una nube. Helena me iba explicando por el camino lo que haríamos y lo que pasaría, y me advirtió que no me creyera que estarían por mí por el solo hecho de ir en silla de ruedas, sino que en el mundillo del buceo esto era así, que todos estaban por todos y se ayudaban mutuamente. Y así fue. Desde el primer momento me trataron como a una más del grupo y eso que quitado que el instructor y ella, nadie más me conocía.

Llegamos a puerto y me empecé a poner nerviosa con el solo hecho de pensar cómo subiría al barco...como entraría al agua... como saldría, etc. etc. Pero fuimos haciendo sobre la marcha y todo salió a pedir de boca. Me cogieron entre dos personas y en un plis-plas me encontré sentada en el barco, y al salir lo mismo. Lanzarme al agua fue fácil... Me colocaron el jácket (no se si se escribe así) aletas, etc. y .... empujón!

Durante el pequeño trayecto, el padre del instructor que era quien conducía el barco me iba hablando como si tal cosa para quitarme tensión y lo consiguió, es un hombre estupendo, un gran "lobo de mar" que se nota las tablas que tiene. Yo tenía miedo porque pensaba que no me acordaría de nada de lo estudiado, en ese momento no me acordaba de nada, mi mente se quedó en blanco.

Una vez en el agua, cuando comenzamos a bajar empecé a olvidarme del miedo porque confiaba plenamente en mi instructor y en Helena que sabía no se separarían de mí en ningún momento. Creo que sin esa confianza ciega no hubiera sido posible hacer nada. Así es que, mientras bajaba intentaba descompensar mis oídos (era de lo único que me acordaba jajaja) y no pensé en nada. Al mirar hacia abajo me sorprendí al comprobar que no veía nada, todo era como una bruma de color verdoso. Esto me sorprendió porque desde el barco y desde la playa el mar siempre se ve de un azul precioso, sin embargo, cuando te metes en él no es así, sino verde.

Otra cosa que también me sorprendió (aunque ya me lo habían explicado) era comprobar que no veía el fondo, todo era brumoso a mi alrededor. Seguimos bajando y llegamos al fondo. Y ahí se me dio miedo. Me impactó sobre manera ver tantas algas, plantas, hierbas muy largas, rocas... etc. y me espanté. Ni por apuesta la menda tocaría nada de aquello. El instructor todo contento tocaba las algas verde-marrón para hacer que salieran los peces y que los pudiese ver, pero a mi me daba terror. Solo pensaba que si seguía tocándolas saldrían bicharracos raros y espantosos que me morderían y atacarían como bestias.


Él, incluso cogió una estrella preciosa y me la acercó para que la observara bien, pero nada... seguía espantada y con ganas de subir cuanto antes. Me daba miedo verle con la estrella en la mano porque también pensé que le mordería, aunque no le ví ninguna boca ni dientes, dicho sea de paso, y entonces pensé que estaría muerta. Pero no... estaba bien viva jajaja...  De estrellas vi montones, de todos los tamaños y era preciosas. Me encantaron.


Para mi terror, vimos también una morena medio escondida en un surco de las rocas. Estaba inmóvil... y ahí si que quise salir ya corriendo. Avanzamos un trozo más y el muy malvado del instructor me hizo arrodillar en el suelo e insistía en que tocase las plantas... las rocas... Viendo que no me movía (estaba aterrorizada) me agarró del chaleco y acabé tumbada todo lo larga que soy en el suelo. Anda que no, si no quieres caldo, tres tazas!!! Y allí comenzamos a hacer prácticas de estabilidad.


Nada, que por más que lo intentase no conseguía subir un par de palmos del suelo. Y si inflaba un poco mi jácket, entonces subía demasiado y él me tenía que volver a bajar. En estas estábamos cuando noté que mi rodilla se iba hacia abajo, que no chocaba con la roca. Miré y vi que estaba justo encima de una franja del terreno y me volví a espantar pensando que entonces si, que la morena estaría allí dispuesta a morder mi pierna y ni corta ni perezosa inflé mi chaleco y empecé a subir dijera el instructor lo que dijera, pero yo no me iba a quedar allí esperando su mordisco. Al final, el pobre me dejó que ascendiera como medio metro o uno, no se bien, pero el caso es que ahí ya si que me relajé y pude por fin admirar el paisaje y lo que vi me dejó maravillada. Pero eso sí.... a distancia, nada de estar tocándolo con mis manos y mucho menos con mi barriga. Y eso que llevaba guantes que si no....


En esa distancia me empecé a relajar... solo oía el sonido de mi respiración y sin querer iba relajándome más y mas... Era como estar en la Luna o en un paisaje fantástico de cuento de hadas. Mi cuerpo no pesaba... no dolía... es más, ni lo sentía.  (El dolor de oído que me entró al llegar al fondo, ya me había pasado porque el instructor me dijo como compensarlo bien y lo había logrado, así es que ya nada me molestaba. Logré la estabilidad neutra y pude disfrutar de un agradable paseo nadando yo sola, pues hasta ese momento había estado agarrada a su mano como una lapa) 


Que puedo decir de mis sensaciones... Solo eso: Que era una maravilla la sensación de ingravidez total, de libertad de movimientos, unos movimientos que en tierra firme se me hacen pesados y muy dolorosos y que aquí eran muy fáciles y sencillos. Aquí si era libre y pude hacerme una pequeña idea de cómo se puede sentir una persona "normal" cuando anda o sube unas escaleras sin ser consciente de todo el movimiento que es capaz de realizar su cuerpo de manera autómata. Sin ser consciente de esa gran maravilla, pues solo se da uno cuenta cuando lo ha perdido. Pero yo, por media hora lo volví a recuperar y me sentí una gran privilegiada.


Al final me llevó hasta un sitio donde había un claro de arena blanca preciosa y allí si bajé con tranquilidad y estuve tocando la tierra y hasta me atreví a tocar una alga. Cuando volvimos a nadar para recorrer un poco el sitio, vi multitud de peces de varios colores pero prevaleciendo los blancos con una raya gris y roja. Era fantástico nadar libremente como si fueses uno más de ellos. Me daba la impresión de que me miraban como diciendo ¿quién es esta? pero pasaban de mi y seguían su camino. Esto me hacía gracia y me dieron ganas de reír. Cuando pasamos de nuevo sobre las rocas y plantas ya no me dio miedo y pude observar detenidamente los surcos y pequeñas cuevas para descubrir multitud de pececitos chiquitines de un azul intenso precioso. El instructor de vez en cuando apuntaba con su linterna a alguna de esas cuevas para que pudiera ver mejor a sus habitantes y ahí si que disfruté de lo lindo. Pero mi cuerpo se empezó a enfriar y tuvimos que poner fin a la inmersión. Para mi asombro, no fueron mis piernas las primeras en acusar el frío, sino mi espalda. Un gran escalofrío me la recorrió por entero y empecé a notar esa sensación de frío intenso.


Al subir todo fue bien, hicimos la parada de rigor de 3 minutos para descompensar y no noté ninguna molestia en todo el trayecto. 




Cuando estábamos parados, si miraba hacia abajo solo veía el verde de antes, el fondo había desaparecido a mis pies, pero al mirar hacia arriba quedé maravillada... Los rayos del sol penetraban en el agua y hacían unos contraluces y unos rayos de luz maravillosos. No tengo palabras para describir lo que sentí ni lo bello que era. Sencillamente quedé extasiada y con ganas de seguir allí parada contemplando tanta belleza. 


Tan solo encontré un problema: Adicción. Si... ese el problema, que cuando lo descubres quieres más, mucho más... 


Y esto es todo. Lo demás ya se sabe... Subida al barco, recogida de equipo, ducha, comidita en el puerto como dos señoras... y para casita. 


Si lo tuviera que resumir en una palabra esta sería MARAVILLOSO. Pero diré otra palabra a todas estas personas que han hecho posible que todo esto sucediera: GRACIAS. Desde el fondo de mi corazón y con todo mi cariño: GRACIAS. 


Ni que decir tiene que esta entrada se la dedico en primer lugar a mi hadita (Helena), a mi instructor Roger del centro de buceo Blaumar, por la gran paciencia y el saber hacer que tiene, y a mi buen amigo Jose Florín por ser la persona que me metió el gusanillo del buceo dentro del cuerpo. Y como no, a todas aquellas personas que con sus comentarios me han animado y me han alentado a ello cuando creí que yo no servía para nada de esto. 


Un abrazo enorme con todo mi cariño,